miércoles, 29 de octubre de 2014


Ingenua; su ironía
Amable: su risueño y apacible candor.
¡Gran ofrenda la suya! Pero tú, madre mía,
Tú me hiciste el regalo de tu suave dolor.

Tú pusiste en mi alma la enfermiza ternura,
El anhelo nervioso e incansable de amar;
Las recónditas ansias de creer; la dulzura
De sentir la belleza de la vida, y soñar.
Del ósculo fecundo que se dieron dos seres
-El gozoso y el triste- en una hora de amor,
Nació mi alma inarmónica; pero tú, madre, eres
Quien me ha dado el secreto de la paz interior.Ven y siéntate a mi lado
compañero del azar;
Cuéntame que te ha pasado
dime por qué has de marchar.
Ven y siéntate a mi vera
contemplemos tus penas pasar;
cuéntame todos tus miedos,
que yo te voy a escuchar.
¿Café para dos, si procede?
o aquello que puedas desear;
Pero no te marches tan deprisa,Ser de río sin peces, esto he sido.
Y revestida voy de espuma y hielo.
Ahogado y roto llevo todo el cielo
Y el árbol se me entrega malherido.
A dos orillas del dolor uncido
Va mi caudal a un mar de desconsuelo.
La garza de su estero es alto vuelo
Y adiós y breve sol desvanecido.
Para morir sin canto, ciego, avanza
Mordido de vacío y de añoranza.
Ay, pero a veces hondo y sosegado
Se detiene bajo una sombra pura.
Se detiene y recibe la hermosura
Con un leve temblor maravillado.
compañero, todo se puede arreglar.A veces melancólico me hundo
En mi noche de escombros y miserias,
Y caigo en un silencio tan profundo
Que escucho hasta el latir de mis arterias.
Más aún: oigo el paso de la vida
Por la sorda caverna de mi cráneo
Como un rumor de arroyo sin salida,
Como un rumor de río subterráneo.
Entonces presa de pavor y yerto
Como un cadáver, mudo y pensativo,
En mi abstracción a descifrar no acierto
Si es que dormido estoy o estoy despierto,
Si un muerto soy que sueña que está vivo
O un vivo soy que sueña que está muerto.Trópico, para qué me diste
Las manos llenas de color.
Todo lo que yo toque
Se llenará de Sol.
En las tardes sutiles de otras tierras
Pasaré con mis ruidos de vidrio tornasol.
Déjame un solo instante
Dejar de ser grito y color.
Déjame un solo instante
Cambiar de clima el corazón,
Beber la penumbra de una cosa desierta,
Inclinarme en silencio sobre un remoto balcón, en el manto de pliegues finos,
Dispersarme en la orilla de una suave devoción,
Acariciar dulcemente las cabelleras lacias
Y escribir con un lápiz muy fino mi meditación.
¡Oh, dejar de ser un solo instante

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